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Un estudio de la universidad de Berkeley, liderado por Andrew Dillin y Céline Riera, reveló que "oler" los alimentos antes de comer puede estar directamente relacionado con la manera en que el metabolismo procesa la comida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El estudio fué realizado con ratones, obteniendo resultados sorprendentes: Los ratones obesos que perdieron el
sentido del olfato, bajaron de peso. Ratones con sentido del olfato que ingerían la misma cantidad de comida que ratones que no tenían sentido del olfato, engordaban el doble de peso.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los primeros análisis de estos resultados, sugieren que el organismo decide que cantidad de energía calórica se debe
almacenar y que cantidad se debe desechar en base a la percepción olfativa de los alimentos, todo esto con una posible intervención del hipotálamo como ente regulador del proceso., y aunque no existe una conclusión verificada al respecto, ya comienza a especularse que si este comportamiento se repite en los seres humanos al igual que en los ratones, se podría desarrollar un medicamento que, aunque no elimine el olfato, sea capaz de aislar los circuitos metabólicos de la percepción olfativa y así lograr, que lo que comamos, no nos engorde.